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"Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?",
me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de um tigre.
Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como ele oro,
mas sólo un hombre ciego
puede hallar el camino que a él conduce.
Chantal Maillard in "Hainuwele y otros poemas", Tusquets Editores,
Barcelona, 2009, p 23.
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