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"Adriano habla al cuerpo muerto de Antínoo"
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Ya nada persigo, nada se presenta ante mi puerta.
Ninguna juventud sentí sino la tuya,
ninguna ciudad, ningún otoño desbordó
por mis manos el cabello de la luz,
los misterios del aire.
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Duermen contigo aquella sangre derramada
en sueños, la noche sin refugio
con redes de oro, el perfume
cuajado de amapolas en tus labios
mientras yo contemplo la patria destruida de tu cuerpo,
recién abandonado.
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Contemplo al dios que me arrojó a la vida
yaciendo en la sombra inmensa
de lo que ya no tendré...
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La muerte ha llegado al mundo, mi dios,
y nada ya podrá espantar mi frío.
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Marta López Vilar In "La palabra esperada", Ediciones Hiperión,
Madrid, 2007, p 25.
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