18/05/08


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              "La Mendiga"
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La mendiga bajaba siempre a la misma hora y se situaba
en el mismo tramo de la escalinata, con la misma enigmática
expresión de filósofo del siglo diecinueve. Como era habitual,
colocaba frente a ella su platillo de porcelana de Sèvres pero
no pedía nada a los viandantes. Tampoco tocaba quena ni
violín, o sea que no desafinaba brutalmente como los otros
mendigos de la zona.
A veces abría su bolsón de lona remendada y extraía algún
libro de Holderlin o de Kierkegaard o de Hegel y se concentraba
en su lectura sin gafas.
Curiosamente, los que pasaban le iban dejando monedas o
billetes y hasta algún cheque al portador, no se sabe si en
reconocimento a su afinado silencio o sencillamente porque
comprendían que la pobre se había equivocado de época.

Mario Benedetti, In "La Vida ese Paréntesis"